PRINCIPIO DE INCERTIDUMBRE

Autor/a: Roberto Paniagua

El Hospital no tenía aire suficiente a pesar de que las bombonas de oxígeno se amontonaban en fila, al igual que las personas lo hacían esos días en la cola del paro. Su olor característico solo era superado en algunos momentos por los polvos talco de los ángeles que sobrevolaban las habitaciones de los enfermos. El sonido de los zuecos de la enfermera, hacía estremecer al violinista que tocaba en una esquina esperando alguna moneda, cada vez que ella pasaba apresurada. Solo el silencio de algún momento y el pitido de los timbres del control, les hacía volver a la realidad a los náufragos. Era miércoles, cuando el teléfono de repente sonó.

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