DESPUÉS DE LA NOCHE AMANECE DE NUEVO

Autor/a: Nuria de Espinosa

Recuerdo el día que llamaron para decir que mi marido era positivo en COVID-19. El dio un bote del sofá y se aisló en la habitación negándose a que me acercase. Al segundo día la fiebre, la tos y el dolor de pecho fue en aumento. El médico y las enfermeras que pasaban por casa eran muy atentos y trataban a mi esposo con mucho cariño dándole ánimos para que no se hundirse. Una noche oí un fuerte golpe, y corrí a la habitación donde Alfonso se reclutó. Estaba en el suelo. Llamé a urgencias médicas histérica; ni 5 minutos tardaron en llegar equipados de arriba a abajo. Yo nerviosa, con ambas manos en la boca lloraba asustada. Al cabo de media hora el médico salió por fin, solo había sido un mareo a causa de lo débil que se encontraba. Le mandaron hierro y que intentase que comiera más, que en principio el virus no estaba atacando gravemente. Al marchar dejaron todo lo que usaron en una bolsa parra que lo tirase. Me quedé unos minutos absorta mirando la bolsa. La abrí y vi un traje aislante dentro. No lo pensé; lo saque, lo lave muy bien con lejía pura y lo dejé secar en la terraza. Por la mañana, me puse el traje, los guantes y entré en la habitación completamente protegida para dar el desayuno a Alfonso. Se quedó helado al verme pero luego sonrió. Se tomó el café y una tostada blanda, pero a la hora de comer se comió el plato de comida y una compota de pera. Cogi el televisor pequeño de la cocina y lo puse en el tocador con un gran alargo desde la tele del salón. A partir de ese momento pasaba los días con él animandole. Por la noche lavaba de nuevo el traje con mucho cuidado y a la mañana siguiente me lo enfundada otra vez. Pasé bastante calor, pero no me importó. Poco a poco Alfonso fue mejorando, casi sin darnos cuenta habían pasado 2 meses y Alfonso estaba casi curado. Le hicieron el PCR dos veces en una semana y por fin le dieron el alta. Ahora, cada vez que salimos lo hacemos con mascarilla y alcohol hidrolizado; todo aquello que tocamos nos desisfectamos las manos enseguida y si vamos al súper para evitar riesgos nos ponemos guantes que luego tiramos en las papeleras correspondientes. Tanto el equipo médico, como el sanitario fueron cariñosos y estuvieron pendientes de nosotros. Lo positivo de mi historia es que sacas fuerzas de flaqueza y haces todo lo que está en tu mano para ayudar a tu ser querido, imagino el trabajo tan duro que sufren los servicios hospitalarios y domiciliarios. Siempre estaré agradecida por su trabajo.

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